Pasteur y el origen de la vacuna antirrábica
Arturo Sánchez-Paz1*, Adriana Muhlia-Almazán2, Fernando Mendoza-Cano1, y Trinidad Encinas-García1
1 Laboratorio de Virología. Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (CIBNOR), S.C. Unidad Hermosillo. Calle Hermosa 101. Fraccionamiento Los Ángeles. Hermosillo, Son. C.P. 83206, México. Arturo Sánchez-Paz: asanchez04@cibnor.mx, Fernando Mendoza-Cano: fmendoza@cibnor.mx, y Trinidad Encinas-García: tencinas@cibnor.mx.
2 Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), A. C. Carretera Gustavo Enrique Astiazarán Rosas, No. 46, Col. La Victoria, Hermosillo, Sonora 83304, México. Adriana Muhlia-Almazán: amuhlia@ciad.mx.
Enfoque del artículo
La dramática relación entre el humano y los organismos patógenos es parte de nuestra historia evolutiva. Desde que nuestra especie apareció hemos sufrido enfermedades infecciosas, y en las últimas tres décadas se han detectado cerca de 30 nuevos patógenos humanos. Hoy tenemos la fortuna de gozar con el conocimiento y las herramientas para poder diagnosticar enfermedades y contar con vacunas, ese invento biotecnológico que hoy es clave para la supervivencia de la especie humana. Aquí se relata brevemente la trágica, pero fascinante, historia del desarrollo de la vacuna contra la rabia.
El virus de la rabia
Durante nuestra evolución, los Homo sapiens hemos enfrentado de diversas formas muy numerosos y peligrosos retos naturales (como sismos, sequías y hambrunas) que nos ha impuesto la adversidad. Y si bien no ha sido fácil, hemos salido airosos frente a cada uno de estos terribles infortunios. Por otra parte, nuestra estancia en el planeta ha generado contaminación, calentamiento global, guerras, desplazamientos forzados y extinción de especies, la fase oscura de la tortuosa huella que hemos dejado y que nos han afectado severamente en las últimas décadas (y desafortunadamente los seguiremos sufriendo en las próximas décadas). Pero hay eventos que nos brindan una visión prometedora y optimista de las maravillas que somos capaces de realizar. Quizá con mayor frecuencia inventamos cosas maravillosas.
La rabia es una enfermedad que se conoce desde hace mucho tiempo. El primer registro que hace referencia a la rabia data del Siglo XIX a. C., en lo que se conoce como las Leyes de Ešnunna. En ellas, un par de tabletas de roca (Fig. 1), se describen unas 50 leyes sobre propiedades, salarios, violencia física, y relaciones familiares, entre otras. Uno de los artículos impone las multas que un propietario debería pagar si un “perro rabioso” provocaba la muerte de una persona (vale la pena mencionar que dichas multas variaban de acuerdo con la escala social del fallecido: si se trataba de un ciudadano común había que pagar 40 shekels de plata, pero si el fallecido era un esclavo, la multa solamente era de 15 shekels).
Figura 1. Tabletas de las Leyes de Ešnunna. Tomado de: Tarantola, A. (2017). Four thousand years of concepts relating to rabies in animals and humans, its prevention and its cure. Tropical Medicine and Infectious Disease. 2(2):5.
La rabia es causada por un virus del género Lyssavirus, que, al observarlo bajo el microscopio, su forma pareciera insinuar su peligrosidad: la partícula viral semeja a una bala (Fig. 2). Cuando el virus ha entrado al cuerpo humano (por una mordida de un animal infectado, por ejemplo), procura evadir la respuesta inmune, y evita transportarse por el torrente sanguíneo, prefiriendo viajar oculto a través del plasma que llena los axones (una prolongación de las neuronas) hasta llegar al cerebro. Y entonces comienza la parte aterradora: el virus comienza a replicarse en el sistema nervioso y los primeros espantosos síntomas pueden aparecer entre 9 días o dos años después, aunque generalmente se presentan entre tres y nueve semanas. Los síntomas, casi idénticos en perros y humanos, incluyen comportamiento agresivo, anemofobia (miedo irracional al ruido del viento), hipersensibilidad al sonido y a la luz, dolor generalizado, convulsiones y alucinaciones (1). Sin embargo, quizá el síntoma más característico de la rabia humana y canina es la hidrofobia (miedo al agua), provocada por contracciones de inicio y final brusco de la faringe, que evitan la ingestión de agua (2). Lo anterior resulta en una de las estrategias de dispersión viral más extraordinarias: las víctimas del virus son incapaces de saciar su sed, debido a los espasmos musculares en la garganta, y al no poder ingerir el agua se produce una acumulación del virus en la saliva lo que forma una espuma… a mayor cantidad de espuma, más virus. Así el virus espera “pacientemente” para poder infectar a alguien más a través de una mordida. Desafortunadamente, poco tiempo después, las victimas entran en coma y mueren.
Figura 2. Micrografía Electrónica de Transmisión (TEM) del virus de la rabia en la que se aprecia su característica forma de bala. Tomada de Pinterest (https://ru.pinterest.com/pin/1196337379991403/).
Pasteur y la vacuna contra la rabia
Hasta 1885, una vez que los síntomas clínicos de la rabia se manifestaban en humanos, las esperanzas de sobrevivir eran muy reducidas: 99% de las víctimas fallecían tras ser infectadas. No obstante, esto cambió en julio de 1885 cuando el francés Louis Pasteur aplicó por primera vez una vacuna contra la rabia.
Todo comenzó el 18 de octubre de 1831, cuando Pasteur era un niño de ocho años, atestiguó aterrorizado el ataque de un lobo rabioso en la villa de Villers-Farlay. El lobo mutiló y mató a varias personas, ocho de las cuales fallecieron posteriormente debido a la infección por rabia. Este evento dejó un recuerdo imborrable del horror de la enfermedad en Pasteur quien se propuso desarrollar un tratamiento contra la rabia (3). Los años pasaron y Pasteur vivía en París donde era un reconocido químico. El 17 de octubre de 1885 el alcalde de Villers-Farlay, Pierre-Joseph Perrot, le envió una carta a Pasteur informándole que el 14 de octubre su villa había sido atacada, nuevamente, por un animal rabioso. Sin embargo, en esta ocasión solo había una víctima: Jean-Baptiste Jupille, un niño pastor de 14 años quien luchó contra el perro rabioso defendiendo a media docena de niños pastores que estaban con sus ovejas en la misma área. Sin embargo, en su lucha contra el animal, Jupille fue herido por el perro en las manos. Por supuesto, en aquel entonces, el pronóstico no era favorable y debido a que el alcalde Perrot tenía conocimiento que Pasteur había estado trabajando en el desarrollo de una vacuna contra la rabia, buscó ayuda para el joven Jupille.
En sus notas de laboratorio Pasteur describió el inicio de la investigación para desarrollar una vacuna contra la rabia el 10 de diciembre de 1880. Al no contar con los conocimientos, herramientas y técnicas de laboratorio que existen hoy en día, el progreso en el desarrollo de la vacuna fue lento, confuso y frustrante. Muchos fallos tentaron a Pasteur a renunciar a esta aventura, pero el horrible recuerdo de las víctimas de la rabia revivía su motivación. Entre 1881 y 1884, Pasteur, tras cientos de experimentos, logró finalmente producir un virus de la rabia atenuado (debilitado) obtenido de médula espinal de perros infectados y que protegía a perros de otras formas más agresivas de este virus. El 6 de julio de 1885 Pasteur recibió la visita inesperada de un niño de nueve años llamado Joseph Meister y su madre. Joseph había sido gravemente atacado por un perro rabioso. Después de un examen, un par de médicos colegas concluyeron que seguramente el niño moriría de rabia (4). Esa misma noche, Pasteur decidió tratar a Joseph con el virus atenuado que había usado en perros, administrándole la primera inyección contra el virus de la rabia. En los siguientes 11 días, le aplicarían 12 inyecciones más. Días después, y por primera vez, una víctima de lo que era una enfermedad con una tasa de mortalidad del 100%, Joseph Meister, sobrevivió a la rabia. Entonces, el 20 de octubre de 1885, comenzó el largo tratamiento de Jupille. Nuevamente, la vacuna funcionó bien, salvando la vida del niño, quien regresó a casa como un héroe que sobrevivió a la rabia. Por esta razón, una estatua de bronce de Jupille luchando contra el perro, se encuentra en la entrada del Instituto Pasteur en Francia (Fig. 3). Después de esto, la vacuna de Pasteur se comenzó a producir en masa y se distribuyó rápidamente en el mundo. Actualmente, aún con campañas de vacunación (principalmente en perros y gatos) el virus de la rabia ocasiona alrededor de 60,000 muertes de personas al año; sin embargo, algunos pronósticos sugieren que la rabia transmitida por los perros se puede erradicar para 2030, justo como la viruela que desde 1980, y gracias a la vacuna que desarrolló Edward Jenner en 1796, se considera erradicada de nuestro planeta.
Figura 3. Estatua del joven Jupille luchando contra un perro rabioso. La estatua se localiza en el Instituto Pasteur. Tomada de Tomada de Flickr (https://www.flickr.com/photos/29248605@N07/12011969044).
Conclusión
Recientemente vivimos una terrible pandemia por un virus nuevo: el SARS-CoV-2. Sin embargo, a diferencia de la vacuna de Pasteur contra la rabia que tomó casi cinco años en su desarrollo, la vacuna contra el CoViD-19 se obtuvo en poco más de un año. Los investigadores que sentaron los fundamentos para su desarrollo, los doctores Katalin Karikó y Drew Weissman, recibieron este año el Premio Nobel de Medicina y Fisiología. Si bien, Karikó y Weissman, siguieron una estrategia completamente diferente a la de Pasteur contra el cólera o la rabia, para hacer la vacuna, el francés sentó las bases para la elaboración de vacunas. Hoy, la biotecnología ha contribuido significativamente en el descubrimiento de nuevas drogas y en la producción de vacunas, y si bien seguramente aparecerán nuevos virus que pueden afectar al ser humano muy seriamente, afortunadamente vivimos tiempos en los que, los Homo sapiens, gozamos de los “frutos” de las herramientas biotecnológicas que hemos desarrollado y que nos permiten proteger nuestra salud, gracias al trabajo incansable, valiente y tenaz de investigadores como Louis Pasteur.
Referencias
Tian, Z., Chen, Y., y Yan, W. (2019). Clinical features of rabies patients with abnormal sexual behaviors as the presenting manifestations: a case report and literature review. BMC Infectious Diseases. 19(1):679.
Tongavelona, J.R., Rakotoarivelo, R.A., y Andriamandimby, F.S. (2018). Hydrophobia of human rabies. Clinical Case Reports. 6(12):2519-2520.
Geison, G. L. (1995). From boyhood encounter to “private patients”: Pasteur and rabies before the vaccine. En: The private science of Louis Pasteur. Princeton Legacy Library. pp 177-205.
Geison, G. L. (1995). Public triumphs and forgotten critics: The debate over pasteur's early use of rabies vaccines in human cases. En: The private science of Louis Pasteur. Princeton Legacy Library. pp 206-233.
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